¿Las personas con diversidad funcional, pueden tomar decisiones, participar en las actividades que impone la vida diaria, ejercer su derecho a decidir, enamorarse, vivir su sexualidad y elegir libremente sobre su vida?
Muchas son las preguntas que se generan aún hoy respecto a las personas con diversidad funcional, especialmente a la hora de pensar su vida en comunidad.
Si bien cada caso es particular y generalizar sería una imprudencia, todas las personas tienen derecho a una vida independiente en la que reciban, en caso de ser necesario, los apoyos correspondientes para vivir en la comunidad, asumir riesgos y tomar decisiones.
Avanzar hacia una mirada que privilegie la perspectiva de derechos ha sido el resultado de diversas luchas que las personas con diversidad funcional y otras minorías sociales han debido protagonizar a lo largo de la historia. En este artículo nos interesa hacer un breve recorrido por el Movimiento de Vida Independiente. Como una manera de reivindicar esta perspectiva y retomar, de a poco, las preguntas iniciales (o alentar nuevos interrogantes que movilicen).
LOS DERECHOS POR DELANTE: EL MOVIMIENTO DE VIDA INDEPENDIENTE
El Movimiento de Vida Independiente nació en Estados Unidos a finales de los años 60, impulsado por personas con diversidad funcional como respuesta a los estereotipos imperantes en la época que sostenían ideas tales como que las personas con alguna discapacidad no podían trabajar, participar, cuidarse a sí mismas o elegir sobre su propia vida.
Este Movimiento estuvo motorizado inicialmente por personas que necesitaban de apoyos específicos para salir de las instituciones y vivir en comunidad. Y fundó su filosofía en los siguientes principios:
- Derechos humanos y civiles;
- Auto-determinación;
- Auto-ayuda (Apoyo entre Iguales);
- Posibilidad para ejercer poder (Empoderamiento);
- Responsabilidad sobre la propia vida y acciones;
- Derecho a asumir riesgos; y,
- Vivir en la comunidad.
Surgió al calor de otros movimientos que luchaban por conquistar derechos civiles, como los afroamericanos y las mujeres y fue sumamente innovador porque las mismas personas con discapacidad fueron quienes se reconocieron como sujetos de derechos, que podían decidir sobre sus propias vidas.
LA PERSONA: HACIA UN ROL ACTIVO EN SU PROPIA VIDA
Lo transformador de este movimiento radica en el cambio de mirada. Desde una perspectiva que considera a la persona con diversidad funcional como un paciente al que es necesario rehabilitar, hacia una mirada que fomenta un rol activo de la persona, centrada en un modelo más comunitario que refuerza la asistencia personal y que reconoce las barreras en el mismo entorno.
Una Vida Independiente, entonces, implica tener las mismas posibilidades para decidir sobre la propia vida, sobre cuestiones cotidianas y sumamente trascendentes como: dónde vivir, con quién, que trabajo realizar, qué actividades hacer y cómo formar una familia, entre otras. Poder expresar cuáles son las necesidades a cubrir y las mejores soluciones a ellas, contando con los apoyos personalizados que sean necesarios para desarrollarse en la comunidad.
Todos somos diferentes y esa diversidad es el motor que moviliza y enriquece nuestra realidad. A modo de síntesis, compartimos lo que expresa Adolf Ratzka, referente mundial del Movimiento Vida Independiente: